FRIENDSHIP: FORJANDO UNA VERDADERA AMISTAD

FORJANDO UNA VERDADERA AMISTAD 

 
TEXTO BÍBLICO: 1 SAMUEL 18:1-4; 19:4-7; 20:10-13 

INTRODUCCIÓN 

       ¡Amistad! ¡Qué bella y hermosa palabra cuando se hace carne en los afectos de una persona hacia otra! ¡Pero qué añorada resulta cuando quien creías que era tu amigo te ha traicionado y decepcionado! La amistad, esa relación interpersonal que sugiere una comunión más que fraternal entre dos seres humanos que no están unidos por la sangre y la genética, es sin duda, uno de los bienes que menos se encuentra en este mundo. De hecho, cuando hablamos de redes sociales como Facebook, el hecho de que alguien te pida amistad se resume en simplemente saber qué se cuece en la vida de cada cual, en compartir insulsos comentarios más protocolarios que otra cosa, en ofrecer una imagen preparada y cosmética de la vida propia, o en seleccionar lo que se quiere ver de cada supuesto amigo.

Alguien que conozco dudaba en llamar amigos a todos aquellos que aceptaban solicitudes de amistad, puesto que cuando las cosas se ponían feas y tirando a negro betún en su vida, nadie podía abrazarlo, sosegarlo con palabras de consuelo susurradas al oído o brindarle un apoyo real y concreto. Si tuviésemos que hacer un barrido selectivo de aquellos que de verdad pueden considerarse amigos leales, de verdad, sinceros y dispuestos al sacrificio, posiblemente nuestra lista sería más escueta de lo que pensamos. Tal y como dijo Henry Adams, escritor norteamericano, “un amigo en la vida es mucho. Dos son demasiados. Tres son imposibles.” 

        Y es que la amistad, tal y como la define, por ejemplo, Aristóteles, filósofo clásico griego, esto es, como “un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”, hace que podamos contar con los dedos de una mano quiénes son nuestros auténticos amigos. No confundamos la amistad con compañerismo, camaradería o conocidos. Tener amigos supone ser afortunadísimos en la vida, aunque para llegar a tenerlos sea necesario tener que sufrir muchos desengaños y no pocas desilusiones.

Ser tú mismo en compañía de alguien que te escucha sin aburrirse, tener la certeza de la discreción de alguien que te comprende sin elaborar un juicio condenatorio, poder pasar tiempo en silencio, pero disfrutando de la presencia de alguien que a pesar de saberlo todo de ti, te sigue amando, eso es amistad genuina. La amistad hace más llevadera la vida, los tránsitos críticos se hacen más breves, los problemas se dividen por dos y las alegrías se multiplican el doble y el amor fraternal hace que los sinsabores de nuestra existencia sepan más dulces de lo esperado.  

      En la experiencia narrativa bíblica acerca de la amistad verdadera, sobre cómo forjar una relación amistosa exitosa y perdurable, la historia de Jonatán y David se erige como un faro que alumbra nuestras dudas, que disipa la oscuridad de nuestras vivencias negativas en el campo de lo afectivo y que nos descubre el refugio de una relación amistosa auténtica.

Más allá de las interpretaciones que se hayan querido elaborar desde los lobbys homosexuales en torno a la clase de relación existente entre estos dos amigos del alma, lo cierto es que podemos aprender varias lecciones de cómo es posible afirmar y edificar una relación de amistad fructífera, bendita y feliz. 

A.     LA VERDADERA AMISTAD DA SIN ESPERAR NADA A CAMBIO 

“Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre. E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo. Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte.” (1 Samuel 18:1-4) 

       Después de una victoria rotunda sobre los filisteos y de la derrota de uno de sus adalides más poderosos llamado Goliat, David comparece ante el rey Saúl. Allí, uno de los hijos del soberano, Jonatán, tan joven como David, escucha atentamente el relato del triunfante y desigual combate con el gigante. Admirado por el arrojo y la valentía de este pastor de ovejas, el cual ha dejado boquiabiertos a todos los estamentos militares israelitas, Jonatán siente que David puede convertirse en un gran amigo.

El desparpajo, la confianza y la seguridad con la que habla David le ha convencido de que es una persona en la que puede encontrar una amistad duradera, leal e inquebrantable. De ahí que la expresión que usa el escritor bíblico sea tan penetrante e ilustrativa: dos almas ligadas, unidas, conectadas e inseparables. El alma, como soporte y base de las emociones, los sentimientos y las sensaciones, como esencia del ser humano, como el don de vida de Dios, está tan apegada a otra que casi es imposible discernir dónde empieza una y dónde acaba otra. Podríamos decir que esta relación de amistad fundía ambas esencias individuales para convertirlas en una sola.  

       Este estrecho y entrañable nexo de amistad lleva a Jonatán a amar a David como a sí mismo. Todo lo suyo es de David, y viceversa. Este joven pastorcillo ahora es parte de su ser, y por ello vela porque no le falte absolutamente nada para la batalla que está a punto de iniciarse. La verdadera amistad se forja desde el darse al otro sin considerar un interés beneficioso en éste. Supone amar sin cortapisas, cuidándose mutuamente sin sopesar los peligros, las necesidades o los prejuicios. La amistad de la que disfrutaban estos dos jóvenes era tan proverbial que llegan a acordar que nunca se separarían, que serían más que hermanos, que no dudarían en dar sus propias vidas para lograr la felicidad del otro.

Cuando se es amigo de verdad, nada de lo que antes era importante sigue siéndolo, ya que ahora dejan de ser nuestros para ofrecerlos con ternura al amigo. No podemos ser amigos de otros si no estamos dispuestos a negarnos a nosotros mismos en favor de los demás. Si restringimos nuestra disponibilidad, si nos guardamos secretos, si ocultamos la verdad, aunque duela, o si decidimos parcelar esa amistad, más temprano que tarde este lazo irá deteriorándose hasta desaparecer con el tiempo. Ser amigos, es decir: “Lo mío es tuyo, y lo tuyo, mío.” 

B.     LA VERDADERA AMISTAD SUPERA CUALQUIER RIESGO 

“Y Jonatán habló bien de David a Saúl su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque ninguna cosa ha cometido contra ti, y porque sus obras han sido muy buenas para contigo; pues él tomó su vida en su mano, y mató al filisteo, y Jehová dio gran salvación a todo Israel. Tú lo viste, y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra la sangre inocente, matando a David sin causa? Y escuchó Saúl la voz de Jonatán, y juró Saúl: Vive Jehová, que no morirá. Y llamó Jonatán a David, y le declaró todas estas palabras; y él mismo trajo a David a Saúl, y estuvo delante de él como antes.” (1 Samuel 19:4-7) 

       La historia de la amistad entre David y Jonatán no está exenta de pruebas y peligros que sortear. Las amistades no se valoran en los tiempos de vino y rosas, en aquellos momentos en los que la paz y la alegría brillan sobre el cielo de una relación amistosa. El amigo es probado cuando se ensombrecen los horizontes y las amenazas surgen para tambalear los afectos. Mientras todo va bien en palacio, todo es tranquilidad, pero cuando el rey Saúl enferma de envidia al comprobar como el pueblo ensalza los triunfos de David sobre los suyos, la tragedia se masca en el ambiente. Las tensiones comienzan a hacer irrespirable el entorno palaciego hasta que, en una sesión musical de David, la atormentada psique del rey toma represalias contra el joven lanzándole en varias ocasiones una lanza.

David no dejó de atender a sus obligaciones para con su rey a pesar de estos envites ponzoñosos y desquiciados que podían llegar a ser letales, y esto hacía que la envidia tiñosa continuase elevando el nivel de locura y desvarío de Saúl. En este estado de cosas, Jonatán se hallaba en una encrucijada de caminos: le debía lealtad a su padre, pero, por otro lado, el pacto de amistad con David seguía estando más fuerte que nunca. Debía tomar cartas en el asunto y solventar esta relación de amor-odio que existía entre su padre y David. Elegir entre su familia y su amigo no iba a ser cosa fácil. 

       Sin embargo, Jonatán aprecia de tal modo su amistad con David que decide interceder por él ante su padre, un espectro de lo que fue, un enfermo mental capaz de cometer una locura envidiosa. Habla en favor de David a su padre, preparado para un nuevo estallido de ira y violencia. Saúl podría haber espetado a su hijo que de qué lado estaba, del de su padre, el cual lo había engendrado y criado, o del de David, un simple y humilde pastor de ovejas, un advenedizo que había puesto en entredicho su poder, su autoridad y su llamamiento divino. Sin embargo, al exponer Jonatán todas las buenas acciones con que David había prodigado al rey, Saúl entra en razón, al menos por un instante, y jura que no tocará un pelo de la cabeza de David.

David, al conocer de boca de Jonatán que le garantizaba que las aguas habían vuelto a su cauce, confía en sus palabras y retoma sus deberes y tareas en el entorno palaciego hasta un nuevo episodio de tirria incontenible del rey. Como aquí vemos, el amigo es capaz de enfrentarse a todo y todos para ayudar a aquel al que estima como a sí mismo. No deja pasar la oportunidad para resolver cualquier asunto que amenace una relación tan auténtica y verdadera como su amistad. A riesgo de recibir el rechazo incluso de su propia sangre y carne, sabe que su deber para con su amigo es indiscutible. Así es como se prueban las amistades, en los momentos críticos y controvertidos, en las desgracias y necesidades, en la miseria y el sufrimiento: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.” (Proverbios 17:17) 

C.     LA VERDADERA AMISTAD ES LEAL HASTA EL FIN 

“Dijo entonces David a Jonatán: ¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente? Y Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo. Entonces dijo Jonatán a David: ¡Jehová Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare bien para con David, entonces enviaré a ti para hacértelo saber. Pero si mi padre intentare hacerte mal, Jehová haga así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre.” (1 Samuel 20:10-13) 

       Como ya dijimos en el punto anterior, aunque las aguas parecían retornar a su mansedumbre y calma tras la intercesión sabia y eficaz de Jonatán ante su padre, lo cierto es que solo iba a ser un compás de espera hasta un nuevo intento del rey por ensartar a David con su lanza a la menor oportunidad. A David no le queda más remedio que huir de las garras de Saúl y marcharse a Naiot en Ramá junto a Samuel para refugiarse en su autoridad y prestigio. Incluso en la distancia que podía separar a los dos buenos amigos, buscan el modo de volverse a encontrar para elaborar una estrategia que les permitiese seguir disfrutando de su relación fraternal.

El diálogo que entre ellos se entabla en esos momentos de incertidumbre es una manifestación formidable y esclarecedora de la amistad que sentían mutuamente. David le comenta a Jonatán que su padre ya sabe de lo profunda que es su amistad, y que ya no confía en él como antes. Jonatán, en un arrebato de comprensión y emoción ante esta revelación, le dice a David: “Lo que deseare tu alma, haré por ti.” (v. 4)

David plantea un plan por medio del cual él sabrá cuáles son las verdaderas intenciones del rey para con él. Jonatán, mostrando una lealtad y fidelidad a prueba de flechas y lanzas, se muestra conforme y promete a David que le avisará del resultado de su consulta al rey. Si la respuesta del rey fuese negativa, Jonatán tiene la fuerza de voluntad suficiente como para dejar que David se marche, aún con pena y tristeza en su corazón. 

      La lealtad es fundamental para entender la amistad humana. Ser fieles a la palabra dada, al pacto de amistad establecido entre dos personas que se estiman y quieren sin dobleces ni intereses ocultos, es uno de los indicadores más claros de que esa amistad es verdadera. Además, si le añadimos la idea de que a veces debemos separarnos de nuestros amigos por su bien, sin dejar de amarlos y reconocerlos como amigos para siempre, entenderemos que la amistad no es algo puntual, pasajero o sujeto a las circunstancias y situaciones de la vida. David tendría que marcharse lejos de Jonatán, pero incluso la muerte de este no dejaría de marcar la importancia de su amistad cuando David asciende al trono de Israel, bendiciendo y ayudando a uno de sus hijos, Mefi-boset.

Las palabras teñidas de llanto y luto de David cuando se entera de la muerte de su gran amigo nos lo dicen todo acerca de su relación de amistad: “¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas! Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres.” (2 Samuel 1:25, 26). Saber que un amigo cumplirá con su palabra cuando ésta sea dada, es la mayor de las fortunas en un mundo en el que nadie muere por nadie. 

CONCLUSIÓN 

      El ejemplo de esta amistad tan hermosa y deseable entre David y Jonatán debe impulsarnos a encontrar en nuestros amigos estas tres cosas: afecto sincero, sacrificio total y lealtad absoluta.

Mide tus amistades por este baremo y constatarás, para bien o para mal, que no todo el monte es orégano, pero también llegarás a apreciar a los verdaderos amigos, a aquellos que ponen su vida por ti, que se anticipan a tus necesidades y que nunca te dejan en la estacada cuando las cosas van mal dadas.

Recuerda que “un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo siempre será un hermano”, Demetrio de Faleno dixit.