UN GRAN CREADOR DE UNA GRAN CREACIÓN

Parque Nacional del Telde

UN GRAN CREADOR

TEXTO BÍBLICO: SALMO 33:6-9, 13-15

INTRODUCCIÓN

En estos días en los que se está celebrando la Cumbre sobre el Clima en Madrid, es oportuno poder hablar sobre el origen de nuestra creación, y así aproximarnos a la teología tan poderosa que surge del conocimiento de un Dios que hizo todo bueno en gran manera, pero que ha sido malogrado y distorisionado a causa del pecado del ser humano. Atendiendo al mandato cultural y ecológico que Dios ha dejado revelado en su Palabra, haríamos bien en comprender en primer término a la fuente y dador de este regalo magnífico que es el mundo y el universo: Dios.

Todos aquellos que han tenido la oportunidad de divisar al menos parte del espectáculo que las Perseidas han exhibido en los cielos de todo el mundo, también habrán apreciado la vasta e inmensa cantidad de estrellas y constelaciones que se despliegan en el firmamento. Al salir de la influencia de la contaminación lumínica que no nos deja observar el majestuoso tapiz del universo que nos rodea, muchos siguen quedándose asombrados ante la maravillosa y estremecedora creación de Dios.

Cada vez que nos dedicamos por un instante a desconectar del trajín diario para mirar con curioso detenimiento la gran variedad de fenómenos naturales que suceden a nuestro alrededor, suele aparecer en nuestra mente la idea de que es imposible que las cosas existan por sí mismas o que carezcan de un propósito y finalidad definidos. Cuando las galaxias nos sobrecogen con su distancia y belleza, nos sentimos pequeños, y cuando vemos cómo las hormigas trabajan sin desmayo acarreando su alimento para subsistir en el invierno, reconocemos nuestra grandeza y nuestra capacidad para reflexionar sobre todo lo que percibimos con nuestros cinco sentidos. Es poco creíble que alguien nos diga que en un momento dado de su existencia nunca tuvo un pensamiento para este tipo de preguntas y observaciones sobre la creación.

Algunas personas van más allá del pasmo y de la admiración, y desean conocer los entresijos de esta gloriosa creación. De ahí que existan disciplinas académicas como la zoología, la antropología, la astronomía o la botánica, las cuales buscan descubrir los enigmas que motivan la vida y la realidad por medios científicos y tecnológicos. Hay una inquietud en el alma humana por saber cómo fue creado el mundo, si algún ser superior lo creó directamente o evolutivamente, o si su hechura fue rápida o duró millones y millones de años.

A pesar de que la Palabra de Dios es considerada por determinadas personas como una fábula o un relato mítico y simbólico para explicar que Dios ha ideado y creado el universo, lo cierto es que las Escrituras no cesan de darnos señales y evidencias claras de esto. De hecho, la doctrina de la creación, en su enunciado más básico y rudimentario, afirma que el universo fue creado de la nada (ex nihilo) por Dios, que este universo era bueno en gran manera cuando fue creado, y que su finalidad última y primordial es el de dar gloria a Dios que lo creó. Si tenemos clara esta breve afirmación, nuestra visión de todo lo que existe cambiará también nuestros hábitos y actitudes para con el cosmos.

A. UN GRAN CREADOR QUE CREA EL UNIVERSO DE LA NADA

Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca… Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió.” (vv. 6, 9)

Desde el libro de Génesis queda absolutamente nítida la idea de que todo lo que existe fue creado por Dios de la nada: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1). Dios no tuvo que recurrir a materia preformada ni a materia preexistente. Es su palabra de poder la que ejecuta cada una de las ideas que surgen en la mente de Dios. La palabra se convierte en el método creativo de Dios, y ésta se une al aliento de vida que la boca de Dios respira. Es voluntad y vida, entrelazados en el poder y la magnificencia de un genio relojero que no deja nada al azar, aunque a algunos pudiera parecerles esto.

La realidad es producto del corazón de un Dios que se deleita en su potestad y soberano deseo, y por ello, sus órdenes dieron existencia a lo que no la tenía. Este misterioso trabajo de Dios, trabajo que el ser humano es incapaz de reproducir, surge de las entrañas de la nada para crear los cielos y todo el ejército de ellos con un propósito excelso.

El universo adquiere su verdadero valor cuando entendemos que su existencia tiene su origen en el deseo de un Dios trino: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3); “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16).

No podemos demostrar científicamente este hecho irrepetible y propio de Dios, pero sí podemos creerlo de todo corazón en virtud de su revelación especial: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios.” (Hebreos 11:3). Dentro de este esquema creador, el ser humano fue a su vez creado desde la materia directa y especialmente por la mano de Dios, marcando la distinción que habría entre nosotros y cualquier otro ser vivo de la creación: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7).

Dios da una particular y privilegiada atención al ser humano como corona de su creación: “Desde los cielos miró el Señor; vio a todos los hijos de los hombres; desde el lugar de su morada miró sobre todos los moradores de la tierra. Él formó el corazón de todos ellos; atento está a todas sus obras.” (Salmo 33:13-15).

B. UN GRAN CREADOR QUE ES DISTINTO E INDEPENDIENTE DE SU CREACIÓN

La Biblia continuamente nos habla de Dios como un ser trascendente que es mayor e independiente de su creación. Es mayor por cuanto es capaz de crear algo nuevo de la nada y es independiente porque Él no creó el universo como resultado de alguna clase de necesidad que pudiera tener: “No es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas… Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos.” (Hechos 17: 25, 28).

Sin embargo, el universo sí necesita de Dios, no solo para su existencia, sino también para su supervivencia. A esto podríamos llamarlo inmanencia, es decir, que Dios no solamente crea, sino que no deja en manos del azar esa creación. El cosmos sigue existiendo porque Dios permanece en él e interviene decisivamente para que el orden y el propósito sean una realidad, y para que la vida se dé dentro del marco establecido por Dios desde el principio.

El universo, y nosotros como parte del mismo, necesitamos y dependemos de Dios: “En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano.” (Job 12:10). Si Dios no influyese con su poder, justicia, amor y sabiduría en el mundo, el caos se desataría hasta el colapso destructivo. Menos mal que como decía Pablo a los colosenses: “Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.” (Colosenses 1:17).

Es preciso aquí hacer referencia a una serie de pensamientos, filosofías y enfoques ideológicos que son diametralmente opuestos a la perspectiva bíblica de la doctrina de la creación. En primer lugar, el materialismo propugna que no hay Dios y que todo lo que existe es el universo material. La dimensión espiritual queda anulada completamente por la idea de que solo se puede creer en aquellas cosas que son susceptibles de ser percibidas por nuestra capacidad sensorial.

En segundo lugar, aparece el panteísmo y su creencia en que todo el universo es Dios, o al menos parte de Dios. Aboga por destruir la santidad de Dios al asimilar que el mal forma parte de la divinidad y por derrocar la inmutabilidad de Dios al asumir que el universo se halla en permanente y eterno cambio. Además, esta visión panteísta anula de pleno la identidad personal, tanto de Dios como del ser humano, dado que se apuesta por la asimilación y la nadificación del individuo.

En tercer lugar, tenemos el dualismo. Esta corriente de pensamiento enfrenta dos fuerzas superiores que coexisten en el universo, y que mantienen una batalla perpetua por lograr su primacía: Dios y la materia. Un ejemplo muy cinematográfico e ilustrativo son las películas de “La guerra de las galaxias”, en las que existe una Fuerza universal que tiene dos lados confrontados: el lado oscuro y el lado de la luz. Esto supone que Dios no es soberano de toda la creación, sino de una parte de ella, la buena, o que Dios puede ser parte del lado oscuro que crea un mundo inherentemente malvado. Por último, el deísmo, el cual tiene una apariencia más “cristiana”, nos habla de que Dios es creador pero que no interviene en absoluto en la historia de la creación y de la humanidad. Es como si Dios se hubiese desentendido por completo de todo lo que su genial y gloriosa mente ha creado, cuestión que acentúa más si cabe el concepto de sufrimiento y de catastróficas desdichas naturales.

C. UN GRAN CREADOR QUE QUIERE DEMOSTRAR SU GLORIA

¿Cuál es el propósito de la creación según la Biblia? Fundamentalmente, el que ya habíamos suscrito al comienzo del estudio: glorificar a Dios y mostrar su gloria. El universo es un libro abierto para todos los seres humanos sobre quién es Dios y cuál es el alcance de su poder: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.” (Salmo 19:1-2).

En la consumación de los tiempos la canción que resonará por los siglos de los siglos, es una canción que versa sobre el propósito fiel y constante de la creación del universo: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apocalipsis 4:11). En la creación de Dios somos capaces, si ponemos concentración y sinceridad de corazón al hacerlo, de dejarnos asombrar por el poder y la sabiduría que existe tras cada cosa o ser vivo creado: “El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría.” (Jeremías 10:12).

Ya dijimos antes que Dios no necesitaba crear el universo como si tuviese alguna carencia afectiva que demandase idear una realidad con la que relacionarse. Más bien se trata de un acto plenamente voluntario en el que el deleite por su creación y su espectacular habilidad creativa fuesen un placer del que disfrutar. De este modo podemos agradecer a Dios el hecho de habernos hecho a su imagen y semejanza, dado que nosotros también podemos deleitarnos en todo lo creado y podemos imitar, salvando las distancias, los actos creativos y artísticos de Dios.

D. UN GRAN CREADOR QUE SABE LO QUE HACE

El universo creado por nuestro gran Dios fue un universo perfecto en todos sus detalles y bueno en esencia hasta que el pecado entró en escena para distorsionar y retorcer la misión ecológica del ser humano. Con cada paso creativo de Dios, la frase que siempre se repite en el Génesis es “y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” (Génesis 1:31).

Tras contemplar y disfrutar la hechura de sus manos y su voz, el Señor da el visto bueno a este mundo. La tierra es un buen lugar para vivir, ser feliz y aprender de la grandeza de Dios: “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias.” (1 Timoteo 4:4). Provee de alimento y agua, de trabajo y de una misión vital, de gozo y de un lienzo blanco en el que poder pintar un futuro con mil colores.

El ser humano es llamado a una misión cultural que se enfoca principalmente a seguir reproduciéndose y a administrar correctamente los dones y bienes que el Señor ha colocado en la tierra. Este llamamiento que Dios hace al ser humano se sujeta al correcto entendimiento de la mayordomía en la que es preciso promover el desarrollo industrial, agrícola y tecnológico sostenible, cuidando del medio ambiente y disfrutando con gozo y gratitud a Dios los maravillosos y abundantes frutos del universo.

Dios sabía lo que hacía al idear y proyectar el cosmos en el que nos hallamos hoy, y por eso, aparte de ser bueno en gran manera, también se habla del diseño fino, en el que todas las leyes de la naturaleza se conjugan y entrelazan de una manera tan específica y minuciosa que propician la vida en todas sus expresiones. Dios sabía lo que hacía y por ello no podemos por más que hablar de Él en términos de genialidad superior y de amor creativo.

Dado que la materia creada por Dios de la nada es buena, dada la calidad bondadosa de su artífice, no podemos caer en el error de considerarla mala o malvada, en una especie de ascetismo falsificado en el que la materia oprime al mundo espiritual. El problema no radica en las cosas o en la materia en sí, sino en el uso fraudulento, en el abuso sistemático y en el valor subjetivo que damos a los objetos, conceptos y situaciones.

De este modo no podemos considerar mala a la planta de coca por el hecho de que el ser humano haya refinado tanto su perversión convirtiendo uno de los alcaloides de la planta en una sustancia estupefaciente que destruye vidas y familias. Lo mismo sucede con el dinero, con el sexo, con los alimentos o con otras sustancias, que tomadas con mesura y sensatez, no provocan en el ser humano modificaciones peligrosas de conducta que afectan al prójimo.

CONCLUSIÓN

Como creyentes hemos de sentirnos orgullosos de estar en las manos de un gran creador como es Dios. Nos sabemos sus criaturas, y entendemos que todo lo que existe, lo que podemos y no podemos percibir con nuestros sentidos, es parte de un diseño magnífico y glorioso.

Esta creación tiene un propósito que es el de glorificar a Dios, y nosotros, insignificantes creaciones suyas, hemos de aportar nuestro granito de arena en esa adoración constante que fluye de las montañas, los animales, las estrellas y los ríos hacia el trono de Dios.

Debe estar presente cada día de nuestras existencias mortales el versículo de Nehemías que exalta la soberanía y el cuidado de Dios de su mundo, que reza: “Tú solo eres el Señor; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.” (Nehemías 9:6)